“Nunca podemos juzgar la vida de los demás, porque cada uno conoce sólo su propio dolor y renuncia”. Paulo Coelho
El prejuicio es un pésimo disfraz de la ignorancia.
Hoy quiero comenzar contándoles una anécdota ocurrida hace poco cuando recién me trasladaba a mi nuevo vecindario. En el edificio donde vivo actualmente, contábamos con el servicio de vigilancia de un joven venezolano que trabajaba doce horas. Educado, limpio, cortés, presto a brindar ayuda con cualquiera que lo necesitara.
No obstante, lo cierto es que a veces uno no suele “caer bien” a todos. Una vecina que anteriormente había formado parte de la antigua directiva en la Junta de Vecinos, emitió algunas críticas contra el joven en la reunión de este año que nos convocaron para elegir a la nueva directiva. Una de sus conocidas, vecina también, le arguyó “Pero a ti, nada de lo que haga José te parece bien”.
En el año anterior (2022) – según contaron los propios vecinos- esta misma señora había objetado con razón o no varias acciones de José. Sin embargo, a los pocos meses de integrar la directiva, renunció y parece que las aguas volvieron a su cauce. Empero, para este año, dicha vecina aceptó ser la presidenta de nuestra Junta de Vecinos porque, valgan verdades, asumirlo requiere de buena inversión de tiempo. Obviamente, contra lo esperado, se renovó la guerra declarada de parte suya.
Por ejemplo, en la primera reunión de vecinos (a la que asistí acompañada de mi hijo mayor) se acordó por unanimidad, aumentarle el sueldo al vigilante porque lo que percibía era bajo. No obstante, al día siguiente, la presidenta con dos integrantes de la directiva se arrogaron (sin previa consulta con los vecinos) la decisión de anunciar a José que como no alcanzaba para aumentarle el sueldo tal como se había acordado en la reunión, se le rebajaría el sueldo, con ciertos cambios adicionales: que trabajara algunos feriados canjeándolo por su día libre, así se deslindaba con el pago que por ley le correspondía. Además, le conminaban a una respuesta inmediata frente a esta inesperada proposición. Naturalmente, el joven pidió el plazo mínimo de un día para dar una respuesta. Contrario a lo acordado, esa misma noche sin el menor respeto, la presidenta le notificaba por whatsap que como no había respuesta ya estaba entrevistando postulantes para el puesto. Lógicamente el joven vigilante lo consideró como un despido intempestivo. Al día siguiente nos convocó a los vecinos del edificio a una reunión para informarnos su decisión frente a lo acaecido. Era su renuncia definitiva al trabajo, porque aparte de la reducción del sueldo y días extras (feriados) que tenía que trabajar sin percibir pago adicional sumado al clima social hostil hacía asfixiante e imposible su continuidad en el servicio.
Algunos vecinos consideraron la posibilidad de un aumento, aunque honestamente con la anterior trastada que ya le habían hecho, eran promesas fútiles. La mentira -está demostrado – devalúa la palabra. Con pena los vecinos que le teníamos simpatía, entendimos sus razones y aceptamos su renuncia. Aún me pregunto, ¿Qué razones tuvo la señora para tenerle tal inquina a José? Nunca lo sabré…
¿Por qué somos tan ligeros en opinar sobre los demás y a veces, hasta crueles para juzgar? Lo triste es que muchas de las apreciaciones suelen estar basados en ciertos prejuicios previos que uno tiene que pueden ser de antipatía, animadversión gratuita o simplemente por algún detalle captado al vuelo, sin saber en realidad los problemas que esa persona pueda estar pasando o lo que “guarda” en su mundo interno que lo hace actuar de tal o cual manera.. ¿Me equivoco?
¿Recuerdan las declaraciones torpes y deplorables del ex Ministro de Educación Oscar Becerra sobre la mujer andina? Gratuita, ofensiva, desacertada y racista. ¿Basadas en qué?
Y lo realmente lamentable es que nuestra opinión puede ser errónea pues no siempre responde a un criterio sereno, razonable. Sucede que las personas nos juzgan y nosotros también juzgamos invirtiendo más tiempo en ello que en aprender a reconocer con honestidad nuestras propias falencias. Cuando juzgamos ya emitimos un juicio de valor más de las veces, desfavorable. Tratemos de ser sensatos antes de pecar de “ligeros”. Recordemos que cada persona tiene una historia y una justificación para ser tal como es. Además, respetemos la decisión ajena, porque, ¿quiénes somos nosotros para condenar a tal o cual persona? Basado en qué criterio? Simplemente ninguno. Seamos justos, tratemos de ser empáticos, veamos a las personas y situaciones como lo son en toda su complejidad.
Procuremos vivir en armonía, tratemos a los demás como nos gustaría que nos traten, 1ra regla básica de socialización. Evitemos extraer conclusiones rápidas al conocer grupos de gente nueva. Favorezcamos la comprensión. Antes de juzgar, seamos conscientes de nuestros prejuicios y asumámoslo con una actitud crítica. ¿No lo creen?