LOS  PREJUICIOS

Nunca podemos juzgar la vida de los demás, porque cada uno conoce sólo su propio dolor y renuncia”. Paulo Coelho

El prejuicio es un pésimo disfraz de la ignorancia.

Hoy quiero comenzar contándoles una anécdota ocurrida hace poco cuando recién me trasladaba a mi nuevo vecindario. En el edificio donde vivo actualmente, contábamos con el servicio de vigilancia de un joven venezolano que trabajaba doce horas. Educado, limpio, cortés, presto a brindar ayuda con cualquiera que lo necesitara.

Frases para los que juzgan sin saber

No obstante, lo cierto es que a veces uno no suele “caer bien” a todos. Una vecina que anteriormente había formado parte de la antigua directiva en la Junta de Vecinos, emitió algunas críticas contra el joven en la reunión de este año que nos convocaron para elegir a la nueva directiva. Una de sus conocidas, vecina también, le arguyó “Pero a ti, nada de lo que haga José te parece bien”.

En el año anterior (2022) – según contaron los propios vecinos- esta misma señora había objetado con razón o no  varias acciones de José. Sin embargo, a los pocos meses de integrar la directiva, renunció y parece que las aguas volvieron a su cauce. Empero, para este año, dicha vecina aceptó ser la presidenta de nuestra Junta de Vecinos porque, valgan verdades, asumirlo requiere de buena inversión de tiempo. Obviamente, contra lo esperado, se renovó la guerra declarada de parte suya.

Por ejemplo, en la primera reunión de vecinos (a la que asistí acompañada de mi hijo mayor) se acordó por unanimidad, aumentarle el sueldo al vigilante porque lo que percibía era bajo. No obstante, al día siguiente, la presidenta con dos integrantes de la directiva se arrogaron (sin previa consulta con los vecinos) la decisión de anunciar a José que como no alcanzaba para aumentarle el sueldo tal como se había acordado en la reunión, se le rebajaría el sueldo, con ciertos cambios adicionales: que trabajara algunos feriados canjeándolo por su día libre, así se deslindaba con el pago que por ley le correspondía. Además, le conminaban a una respuesta inmediata frente a esta inesperada proposición. Naturalmente, el joven pidió el plazo mínimo de un día para dar una respuesta. Contrario a lo acordado, esa misma noche sin el menor respeto, la presidenta le notificaba por whatsap que como no había respuesta ya estaba entrevistando postulantes para el puesto. Lógicamente el joven vigilante lo consideró como un despido intempestivo. Al día siguiente nos convocó a los vecinos del edificio a una reunión para informarnos su decisión frente a lo acaecido.  Era su renuncia definitiva al trabajo, porque aparte de la reducción del sueldo y días extras (feriados) que tenía que trabajar sin percibir pago adicional sumado al clima social hostil hacía asfixiante e imposible su continuidad en el servicio.

Algunos vecinos consideraron la posibilidad de un aumento, aunque honestamente con la anterior trastada que ya le habían hecho, eran promesas fútiles. La mentira -está demostrado – devalúa la palabra. Con pena los vecinos que le teníamos simpatía, entendimos sus razones y aceptamos su renuncia. Aún me pregunto, ¿Qué razones tuvo la señora para tenerle tal inquina a José? Nunca lo sabré…

¿Por qué somos tan ligeros en opinar sobre los demás y a veces, hasta crueles para juzgar? Lo triste es que muchas de las apreciaciones suelen estar basados en ciertos prejuicios previos que uno tiene que pueden ser de antipatía, animadversión gratuita o simplemente por algún detalle captado al vuelo, sin saber en realidad los problemas que esa persona pueda estar pasando o lo que “guarda” en su mundo interno que lo hace actuar de tal o cual manera.. ¿Me equivoco?

¿Recuerdan las declaraciones torpes y deplorables del ex Ministro de Educación Oscar Becerra sobre la mujer andina? Gratuita, ofensiva, desacertada y racista. ¿Basadas en qué?

Y lo realmente lamentable es que nuestra opinión puede ser errónea pues no siempre responde a un criterio sereno, razonable. Sucede que las personas nos juzgan y nosotros también juzgamos invirtiendo más tiempo en ello que en aprender a reconocer con honestidad nuestras propias falencias. Cuando juzgamos ya emitimos un juicio de valor más de las veces, desfavorable. Tratemos de ser sensatos antes de pecar de “ligeros”. Recordemos que cada persona tiene una historia y una justificación para ser tal como es. Además, respetemos la decisión ajena, porque, ¿quiénes somos nosotros para condenar a tal o cual persona? Basado en qué criterio? Simplemente ninguno. Seamos justos, tratemos de ser empáticos, veamos a las personas y situaciones como lo son en toda su complejidad.

Procuremos vivir en armonía, tratemos a los demás como nos gustaría que nos traten, 1ra regla básica de socialización. Evitemos extraer conclusiones rápidas al conocer grupos de gente nueva. Favorezcamos la comprensión. Antes de juzgar, seamos conscientes de nuestros prejuicios y asumámoslo con una actitud crítica. ¿No lo creen?

¿NOS COMUNICAMOS EFICAZMENTE?

“La comunicación honesta está construida en la verdad e integridad y en el respeto del uno por el otro” Benjamin E. Mays         

Hace una semana, en la actuación por el Día  de la Madre, uno de mis compañeros del taller en el que participamos estaba irritado,  fastidiado porque en ese momento se presentaba el grupo de Danzas Internacionales con el baile de la cueca chilena. Mi amigo cuestionaba sobre el baile de esa danza porque – según él – era conocido por todos de cómo éramos tratados por los chilenos en su país. Comenté que esa rencilla histórica estaba fuera de contexto en ese momento, que el arte no tiene fronteras y el hecho de bailarla no implicaba ser menos peruano. Pero estaba tan “cerrado” en su opinión que no quiso escuchar razones.

Pocas horas después, nuestra encantadora animadora invitó al público para que se acercaran a ver la exposición de los otros talleres en los derredores de la pérgola, tales como Fotografía, Ciberdiálogo, Repostería, Manualidades, etc. La locutora estaba muy cerca de modo que mi amigo insistente aprovechó para reconvenirla de que había mencionado a todos, menos al Taller de Cajón (con el que estábamos participando). La señora explicó que la invitación era para que apreciaran el trabajo de quienes no habían salido a actuar. Y Ricardo, mi compañero al parecer no la escuchaba, no la entendía o estaba simplemente empecinado en una idea fija: “se olvidaron del taller de Cajón”.

De regreso a casa me quedé pensando, ¿Por qué a veces los seres humanos no nos entendemos? ¿Qué pasa con nuestra comunicación?

¿Qué tanto esfuerzo hacemos realmente para escuchar al que nos habla y comprender lo que nos quieren transmitir?

Pensemos un momento. Si en  una conversación cualquiera el oyente está distraído, se dice “atento” pero chatea por celular, está “abstraído” en sus problemas; o simplemente es testarudo con sus ideas, ¿entenderá lo que se le dice? ¿Habrá comunicación? ¿No creen que es un diálogo por demás inútil porque no hay voluntad y ni atención de una de las partes? Obviamente que no.

¿Cuándo una comunicación es efectiva? Cuando ambos utilizan el mismo código, descifran el mismo significado del mensaje de modo que éste queda claro y no hay confusión o equívoco alguno.

Entiendo que debe haber condiciones previas, el emisor debe ser claro, sencillo y breve en la exposición de sus ideas; y el receptor, escuchar con voluntad (es decir, prestar atención sin interrumpir) sin distracciones que diluyan la atención.. Ahora bien, sea cual fuere las palabras que usemos deben se dichas con tino y respeto; incluso cuenta el tono de voz que debe ser moderado. Evitemos el grito, uso de términos gruesos, ofensivos, que desdicen un diálogo. Tratemos de empatizar para comprendernos mejor (ponerse en el zapato del otro). Vivamos en armonía en lo posible y pongamos mucho de nuestra parte para comenzar.

Finalizada la actuación de la institución, nos reunimos los integrantes del Taller de Cajón. Contentos con nuestro desempeño intercambiamos ideas sobre el mismo, compartimos criterios y aclaramos algunas dudas en una tertulia de excelente confraternidad. Obviamente, mi compañero que estaba enfurruñado inicialmente, cambió de estado de ánimo, y estuvo contento.

Sin duda, cuando hay empatía, suficiente voluntad entre los dialogantes todo es posible, pues “Donde hay voluntad, hay un camino”. ¿Me equivoco?

              

TIEMPO  DE  CAMBIAR

“Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu permiso”. Eleanor Roosevelt.

Al ver hace poco un programa de televisión local, reparé que habían convocado a una actriz de la que un año antes habían hecho escarnio casi todos los diarios faranduleros y algunos canales de televisión (incluyendo el que la convocaba, donde la desaforaron de los programas en las que participaba). A la mayoría de estos canales les interesa ganar raiting a costa de lo que fuere, sin respeto por la persona. ¿Ustedes creen que dieron justificación alguna del desaforo de la actriz?

Lo curioso es que son los primeros en provocar el escándalo divulgándolo sin contemplaciones, ni respeto por el mundo privado de la persona y, si estos chismes, afectan o no a terceros. Su “investigación” se sustenta en los diarios de chismes y/ o en la opinión de terceros y su defensa, es que: “como son personajes públicos”…

Algunos meses después en el mismo canal hubo otro incidente semejante aunque más escandaloso. Esta vez el personaje “en falta” era un varón con agravantes mayores pues “olvidó” el respeto por su familia (esposa e hijos) en un jolgorio grupal, con personal de su programa.

¿Cuál creen que fue la actitud del canal seudo “moralista” que “lapìdó” un año antes a la actriz despidiéndola de los programas en donde trabajaba? Me refiero aquella víctima a la que nadie defendió pues todas las “voces “denigrantes se unieron al oprobio sin tomar en cuenta el sufrimiento humano que tal situación pudo generar. Fue en verdad, una ignominia.

¿Fue por su condición de mujer?

Para el varón comprometido, en esta oportunidad, cierto que hubo algo de escándalo inicial pero no hubo desaforo del canal (a diferencia del caso anterior). Ningún programa se acordó que era un personaje “público”.  Fue tratado hasta cierto punto con “guantes de seda” por la diferencia abismal en la respuesta del canal hacia ambos personajes “públicos”. Desde luego, como se comprenderá, no hubo ninguna sanción para el animador quien trabaja todas las noches.  Es más, le concedieron “permiso” por cuatro días por la “difícil situación” que estaba atravesando. ¿Y acaso la actriz no pasó por lo mismo?

Por supuesto que solo menciono un ejemplo. Es probable que ustedes conozcan otros casos que se publican en los diarios, noticieros de la Tv, la radio etc.

¿Se han detenido a observar, pensar, de quién se hace más “leña” en nuestro país no solo en cuanto a género?  

Con una visión crítica de la situación, este tipo de actitud podría ser tolerado en una sociedad donde la libertad de la mujer sigue restringida como ocurre en más de 178 países donde siguen las barreras legales contra la mujer, (Islandia, Afganistán, India, China, por señalar algunos).; pero en una sociedad como la nuestra que supuestamente es más “actualizada”, con mayor libertad, lo cierto es que aún es delimitada, escatimada, aunque algunos no lo crean. Obviamente, todavía falta bastante por mejorar. ¿Se debe tal vez a que seguimos con el lastre del pensamiento patriarcal o machista de siglos pasados afincado solapadamente en nuestra sociedad, incluso en la mentalidad de muchos hogares y de un buen porcentaje de mujeres? Aunque actualmente – en un reconocimiento equitativo – tampoco pintemos al total del género femenino como débiles e indefensas. Todo evoluciona con el tiempo y por lo mismo, se notan los cambios. Miren en su rededor, lean los diarios, etc. Algunas incluso han invertido los papeles con exageración.  

Hagamos un recuento a grosso modo de situaciones de maltrato laboral, social y/ o de ataques físicos o sexuales (abiertos o disimulados, pero agresión al fin)  incluso de muerte que sufren muchas mujeres en su hogar, relaciones de pareja, trabajo o movilidad social (metros o buses) y que no siempre son denunciados por miedo, vergüenza, dependencia económica o también por falta de fe en nuestra justicia pues muchas veces el atacante no recibe la condena que realmente merece; o, estos casos no son atendidos  como debieran. Incluso el razonable apoyo honesto que se espera y comience a partir de la jerarquía de la empresa o institución donde se labora es nulo ni siquiera cuando son denunciados. Y peor aún si el agresor desempeña un alto cargo y la víctima es una persona dependiente y de condición modesta, entonces emerge “soterrada” la discriminación social, racial; de género y en ocasiones llega a la indiferencia (a estas alturas de nuestra sociedad “moderna”) absoluta que los vuelve “ciegos” porque simplemente no quieren “complicarse” la vida. Más gravitante es en los casos de instituciones militares y/o religiosos, donde se “unen” por un mal entendido “espíritu de cuerpo” para evitar el escándalo de la institución. Existen otros casos reales donde se “arreglan” con pagos pecuniarios el “silencio” de la víctima. En fin…

Gracias a una nueva corriente de pensamiento surgida hace muchos años (1848, Nueva York EEUU), llámese Feminismo, Liberación Femenina que favoreció a que la mujer tuviera acceso a la educación, formación profesional, pudiera ejercer el voto como ciudadana, a ocupar cargos públicos, el derecho al trabajo, la protección a sus derechos sexuales y reproductivos, a la no discriminación laboral entre otros. Lo que actualmente coadyuva esta situación de marginación y/o desigualdad en la mujer, es la segregación profesional, clase, etnia, edad, escaso acceso a la tecnología, al mundo cibernético ( en la pandemia fue notorio la participación de escolares varones más que niñas  en la zonas marginales, rurales andinas ). Súmese a lo anterior, los estereotipos vigentes, costumbres e incluso las presiones de ciertas creencias religiosas fundamentalistas,  donde las mujeres carecen de libertad, y muchos obstáculos más que la dificultan.

Frente a este panorama todavía sombrío, seamos observadores realistas, de la sociedad, sin ideologías de ningún tipo que lo obnubilen. Es cierto que antaño los roles de hombre y mujer eran “típificadas” como “propio” de cada género pero hoy en día esas ideas quedaron obsoletas. Repito que toda evolución trae cambios. Hoy por hoy, en los hogares donde impera el amor, respeto entre los integrantes que la conforman, se asumen los cambios sin fatalismos, ni sentimientos de inferioridad cuando se comparte el trabajo doméstico entre todos. Desde luego, excepción hecha de aquellos hogares que cuentan con la facilidad del servicio doméstico. O, donde todavía  se privilegia  – no obstante el tiempo actual – la idea patriarcal o machista. Es fácil adivinar quién “carga” con todo el trabajo. Pregunto, si todo cambia, evoluciona, obviamente, ¿por qué no nuestra mentalidad también.?

Confiemos en que algún día la humanidad llegue a un punto de evolución lo suficiente para que todo antecedente (pasado) oscuro no forme más parte del futuro.

Así, pues, en resumen, es tarea de todos (madres, esposas) erradicar las ideas machistas, comenzando por los padres. que cuidan de la educación y los ejemplos que  transmiten pues son ejemplo vivo y formadores del ciudadano.. Del respeto que el padre tenga por la madre y esposa, hogar y familia. Y la madre, enseñando a los hijos (varones y mujeres por igual) que la cooperación es la base importante  en la atención del hogar, limpieza, orden, cocina etc pues a entender que debe ser tarea compartida. El trabajo doméstico es cansado, rutinario, atosigante e incluso, estresante porque sabemos que no es lo único que desempeña, (la madre o el padre que lo asume) pues muchos trabajan presencial o virtual mientras atienden otros quehaceres. He escuchado voces quejosas de madres, padres e incluso abuelas pero no ponen coto a la situación por una idea equívoca de lo que comprenden por “amor”. ¿No creen que es una situación segregacionista e injusta para quien la “carga”?

Entonces, ¿por qué no hacer un cuadro de colaboración familiar entre los integrantes, (según el tiempo, disponibilidad y posibilidad de cada miembro)? Así nadie se perjudica y la casa sería un modelo de armonía familiar, orden y limpieza. ¿No es lo más equitativo? Recordemos que los valores se enseñan ¡en vivo! Para finalizar, el día que la mujer sepa defender sus derechos en toda circunstancia con conocimiento de causa, que respete también el derecho de los demás; que eleve su voz de protesta ante el atropello y la inmoralidad, que apoye causas justas sin importar género. El día que se eliminen en la sociedad, en la religión, los prejuicios y las limitaciones de todo orden y pueda gozar de iguales derechos, que no sufra más agresión sexual y se  erradique la misoginia del sistema de todo el mundo,… tal vez entonces podríamos estar hablando de una sociedad justa y más equitativa sin diferencias de género.

PAPA KUCHO III (Capítulo final)

“Gracias Lucho por ser luz en nuestra oscuridad

Esta parte final de la biografía va dedicado a mis amores pequeños, mis nietos. Leonardo, José María, Joaquín, Santiago, quienes no llegaron a conocer facetas de las aventuras profesionales del abuelito. El más pequeño, Orly de solo dos años, no llegó a conocerlo.

Hola mis chiquitines guapos. Continuando con la historia del abuelito Lucho, hoy les cuento los momentos más importantes de su vida para que lo conozcan cómo era. Lo cierto es que ambos (su abuelito y yo) esperábamos a Orly (el último nieto) con tantas ansias para conocerlo, pero pá Kucho se quedó con pena de no poder hacerlo porque Dios apuró su partida al cielo.

Comenzaré cuando ya ambos (el abue y yo) éramos adultos. Habíamos terminado la universidad, estábamos casados y trabajábamos pero imagínense: dos angelitos hermosos a quienes con cariño hasta hoy les decimos Pepito (José Luis), Betito, (Carlos Alberto), trajeron mucha alegría a nuestras vidas y nuestro pequeño hogar. Nuestro tercer angelito Macolito (Miguel Ángel, el tercero), llegó años después cuando vivíamos en el Cusco.

Pá Kucho comenzó trabajando en la Universidad Nacional Técnica del Callao y la Universidad Particular Ricardo Palma. Yo para entonces, enseñaba en un colegio nacional del Rímac.

Pocos años después, el abue (tratando de mejorar nuestra economía) decidió estudiar una maestría en ESAN. Me contó Manuel, otro gran amigo suyo, que era una universidad privada con requisitos muy exigentes, un ejemplo: después de aprobar el examen de ingreso, tenía que ser a dedicación exclusiva, es decir no se podía trabajar y estudiar a la vez. Cada ciclo era eliminatorio, el que jalaba dos cursos era automáticamente retirado, sin entrega de ninguna constancia, entre otras cosas. Imagínense mis pequeños, de los 120 que ingresaron, solo pudieron terminar 80. La universidad advirtió al inicio de la maestría, que se trataba de “desarrollar la capacidad de trabajo a presión”. Y vaya si lo fue, muchos alumnos se retiraron por enfermedad (a uno le dio surmenage), otros por salir desaprobados o no poder responder a la exigencia del estudio.

Para que el abue pudiera estudiar tuvimos que acceder a un préstamo financiero del Instituto Peruano de Fomento Educativo (IPFE) pues había que pagar la mensualidad de la universidad, la pensión del cole de nuestros niños, el sustento del hogar pues con mi paga de profesora no alcanzaba. Pero sin duda tenía la universidad una calidad académica excelente y uno egresaba fortalecido y con la posibilidad de elegir la mejor alternativa de trabajo.

De las ofertas de trabajo que tuvo, eligió el de la Compañía Ferreyros en el Cusco. Tuvo que viajar. Yo seguía trabajando en Lima. Poco después papá Justo (mi padre, el bisabuelo de ustedes) quien no gustaba de la separación familiar, un día me dijo, “hija, la familia siempre debe estar unida, incluso por el bien de tus hijos”.

Así es mis amores, cuando papá te aconseja algo hay que escucharlo porque te quiere mucho y desea que tú estés bien. Así que un buen día decidimos ir todos al Cusco junto a papá.

Por cierto, allí vivimos por espacio de tres años alejados de la familia, los amigos… Estábamos tristones inicialmente porque no conocíamos el lugar ni a nadie. Puedo decir que comenzamos una aventura que tuvo sus altibajos pero en medio de todo, aprendimos a ser fuertes y a sobrevivir en un medio desconocido.

Pá nos había alquilado una casita nueva, amplia, con jardines como el que dejamos en Lima. Nos conmovió que pá Kucho se preocupó en arreglar los diferentes espacios con pequeños detalles donde descubríamos el amor que nos tenía. Recuerdo que gustaba de coleccionar guijarros raros en forma y color, cuarzo, metales, pirita, plata (en bruto), piedras lustrosas en forma de corazón, la forma de una cara, restos de cerámica que recogía en los lugares donde la empresa hacía excavaciones, vasijas artesanales en miniatura todo ello ordenado y expuesto en el estante de su estudio. En verdad que tenía un ojo “clínico” para descubrir todas esas rarezas.

El trabajo de pà Kucho consistía, entre otros, en viajar a lugares lejanos con operarios para entregar las maquinarias nuevas y/o el mantenimiento de las antiguas. Sin embargo, por muy lejos que fuera el viaje, siempre veía él la forma de regresar pronto a su hogar, incluso manejando si fuera necesario para estar cerca de los suyos. Noches había que llegaba empapado con frío porque sobre montaba los ríos como un aguerrido aventurero sin asco (cuando llueve fuerte en la sierra mis pequeños, los ríos suelen desbordarse). Él era capaz de cualquier sacrificio.

En la ciudad del Cusco, descubrimos otros espacios de convivencia familiar. Para “matar” la soledad, los domingos salíamos al campo, a nadar en los cristalinos riachuelos, a comer chicharrones en Saylla, jugar y cerrar el día con la pesca de truchas en el río Vilcanota. Mientras pá manejaba, en la ruta, íbamos cantando sin importarnos si éramos desafinados. ¡Íbamos llenos de felicidad! Pepito aprendió jergas locales en su colegio La Merced, mi Betito aprendió a caminar, a balbucear sus primeras palabras y hasta chapitas le salieron. Macolito llegó a soltar algunos agús.

Algunas tardes disfrutábamos de la tranquilidad del hogar, podíamos compartir alguna película, partidos de fútbol interesantes; o, también uno que otro juego de mesa. Sin duda, nos cuidábamos de estar bien aprovisionados de refrescos y golosinas. Para entonces nuestro angelito cusqueño vino a completar nuestra felicidad. Era heroico el trabajo de mecerlo para que concilie el sueño. Tenía el sueño tan ligero que hasta el vuelo de una mosca lo despertaba y… vuelta a mecerlo laaaargo rato. En verdad había que ser santo por la paciencia que había que desplegar. El héroe sacrificado era su hermano Pepe quien después de mecerlo por buen tiempo, cuando ya salía de puntillas para continuar viendo su serie favorita, ni bien llegaba a la sala comenzaba el berrido del bebé Macolito. El sacrificado regresaba otra vez a su labor, razón por la cual al final optamos por darle chupón porque en verdad de noche era fatal, no dormíamos bien.

El abue en ocasiones se daba tiempo para encandilarnos historias de amor de Mamamaya (su abuelita) y los cuentos que ella solía contarle cuando era niño.

En tiempos que llegaban familiares o amistades a nuestra casa a conocer Cusco, era una alegría acogerlos en nuestro hogar pues era gente nuestra porque lo cierto es que no hicimos mayor amistad en el Cusco porque tuvimos un vecino belicoso, de carácter difícil y con pocas ocasiones de confraternizar con otros. Se agrega a ello, que éramos reservados y cerrados en nuestro mundo; salvo una cusqueña simpática con quien hicimos migas de tanto vernos en la UGEL postulando a una plaza docente. Lo curioso es que ambas nunca lo conseguimos. Sin embargo, aún hoy nuestra amistad sigue vigente.

Finalmente, una madrugada del mes de enero 1978, después de casi tres años nos despedimos de Cusco para retornar a nuestro hogar en Lima.

Aquí nos reinstalarnos y comenzamos a recuperar poco a poco nuestras actividades anteriores Teníamos que preocuparnos por el cole de nuestros niños, organizarnos para ver cómo nos desplazábamos a nuestros trabajos, el cole de los chicos, en fin.

Fuimos acostumbrándonos a la nueva rutina en los distintos espacios de trabajo, movilidad, colegio, casa, etc. Siempre fuimos muy “caseros”. Es decir, nos gustaba quedarnos en casa y salir poco, motivo por el que los papis de ustedes (Pepe, Beto y Macolito) no tenían amigos en el barrio, se la pasaban haciendo las tareas del cole (les dejaban un montón) o jugaban entre ellos en el patio o en la azotea. Papá Kucho preocupado por nuestros pequeños (porque, ¿saben?, es importante que los niños tengan amigos y jueguen) Tomó una decisión. Como le gustaba el fútbol, decidió formar un equipo Estudió dos años para ser entrenador de futbol pues siempre le gustó hacer las cosas bien. Ya con el cartón de entrenador, hizo participar en forma activa a nuestros hijos en este deporte que amaba, con el equipo que fundó “REAL CARIBE”, cuyas reglas básicas para pertenecer era, no hablar lisuras, no tener desaprobados en la libreta, cuidar sus modales de comportamiento. (Les costaba trabajo en verdad porque tenían “una boquita de caramelo” los chiquillos que se sumaron al equipo). Jamás les cobró un céntimo a los padres. Entenderán que los papis estaban felices de que sus hijos pertenecieran a un club deportivo gratis y encima, sui generis, “exquisito” como decían algunos porque todo lo solventaba páKucho, desde la compra de uniformes, el tener limpio los uniformes, que no les faltaran refrescos, golosinas etc. Era algo gracioso que vinieran los padres a rogar para que recibieran a sus hijos en el equipo; por la cantidad conformada era ya difícil. Tuvimos un grupo tan numeroso que los clasificó en: mini calichines (los más pequeños, donde pertenecía Macolito,) calichines (donde participaba Betito) e infantiles (donde jugaba Pepito). El abue, feliz, no reparaba en gastos. Los nuestros participaban, Pepe, de arquero y como asesor del abue; Beto, arquero y Macolito, mediocampista. Hubo realmente “batallas” donde nuestro equipo después de partidos difíciles, obtuvo varias copas que los llenaban de orgullo y satisfacción. Con la alegría compartida Lucho los llevaba de paseo al campo o la playa. Nosotros, como familia nuclear, sus primeros hinchas, teníamos actividades compartidas en casa los FINES de semana: disfrutando no solo de los partidos de fútbol como público espectador. En las tardes de los fines de semana, éramos anfitriones de nuestros jugadores quienes se reunían en la sala donde no faltaban los bocaditos, dulces, helados y gaseosas, un pecado de “comida chatarra” ­─yo como madre─ recriminaba pero les permitía tolerante solo por esos días.

Aparte de ello, compartimos con pá Kucho también sus otras experiencias, por ejemplo, la pesca. A veces, con toda la familia paterna (abuelos, tíos y tías, primos) se salía de paseo tanto al río como al mar. Eran días de solaz pues unía a todos en un solo corazón. También nos contagió su inmenso amor por los animales, recogíamos algunos abandonados en la calle previo voto democrático y luego, tomada la decisión, lo adoptábamos. Hubo ocasiones en que Pá Kucho fungía de veterinario y como sus asistentes, nuestros hijos. Ninguno fuimos indiferentes al amor por las mascotas, siempre los tenemos hasta hoy de compañeros.

Bosques de algarrobos

Para concluir, participamos de alguna de sus aventuras en el campo en el trabajo con el Proyecto Algarrobo. El objetivo era un manejo sostenible para salvar las zonas boscosas de Algarrobo en la Costa Norte de la depredación campesina en especial el algarrobo que era vendido como la mejor leña para las parrilladas. Previo estudio del campo de trabajo se planificaba todo un proyecto (el abue era el especialista en ello y el director adjunto) conformado por todo un equipo de sociólogos, antropólogos, ingenieros industriales, agrónomos, agrarios, asistentas sociales, etc. etc. Tomaban nota de las carencias y problemas como la: escasez de agua, cómo el no saber con qué paliar el hambre, la desnutrición en los niños, entre otros. Se formó talleres con el aprendizaje de nuevas industrias artesanales, para paliar el hambre sin destrozar y dañar el medio ambiente. La idea era desterrar costumbres arraigadas por comodidad, como el que actuaran como mendigos, es decir, recibir donaciones y donaciones y vivir de él. Pá Kucho lo consideraba indigno. Por ello, su “caballito de batalla” fue erradicar ese afán de pedir donaciones y prefirió enseñarles a resolver sus problemas, de modo que les permitiera sobrevivir sin facilismos (destrozando su medio ambiente) y siempre con DIGNIDAD

Algarrobina que se elabora del algarrobo

Creó un Banco Pequeño (a ejemplo de Muhamad Yunus, Nobel de la Paz 2006, “el banquero de los pobres”) que la ONG inicialmente les facilitaba el préstamo de montos pequeños para que iniciaran su industria y conforme iban obteniendo ganancias pagaban su deuda en cómodas cuotas. El Proyecto como dije, contaba con expertos en la enseñanza de las diferentes industrias que sería medio de sustento para la población lugareña de escasos recursos económicos. Fue un proyecto de largo alcance y que duró varios años.

Algunas cosas que olvido de contar, sé que los papis de ustedes lo harán muy bien, porque lo amaron tanto como yo.

Mis pequeños, el abuelito Lucho quizá no estará más a nuestro lado pero, ¿saben?, como padre y como profesional, preparó a sus hijos y a la gente para la vida y les dio las herramientas necesarias para salir adelante. Nos dejó lecciones de vida y valores con su ejemplo que es la mejor forma de enseñanza. Su infinito cariño y amor se quedan aquí, con todos los que lo hemos amado para siempre.

Universidad Nacional Agraria La Molina. Presentación de su libro «Manual de Formulación y Evaluación de Proyectos Productivos.»

Esa es la historia del abuelito Lucho a grandes rasgos para que los nietos mayores, Leonardo, José María y Joaquín conozcan los detalles desconocidos; y Santiago y Orlando (los menores) para que sepan quién fue, cuando hablemos de él.

Un cariño inmenso para mis cinco hermosos amores.

La abuela.

CARTA PARA ORLY (II) RECORDANDO A PÁ KUCHO.

“Te llevaré conmigo hasta que volvamos a encontrarnos”

 Hola mi pequeño bebé, cuentas todavía con dos añitos pero tu papi que es tan amoroso te irá leyendo más adelante y te explicará aquello que no entiendas. Pero te digo que es mejor que te cuente ahora que  todavía tengo frescos los recuerdos. Si? 

¿Te acuerdas que nos quedamos cuando tu abuelito Lucho estaba en la primaria? Bien mi chiquitín, así como tú  creces rápido y eres cada día más listo,  igual pasó con tu abue. ¿Te das cuenta? Creció y con el tiempo  le tocó estudiar en el colegio, la secundaria y cuando ya estaba más grande, ingresó a la universidad.

Te cuento que el abuelo hizo la secundaria en la Gran Unidad Escolar Santa Isabel de Huancayo. En ese tiempo  mi querido Orly el ingreso a un buen colegio era “peleado”. Quiere decir que mucha gente se inscribía para conseguir una matrícula y era tanta demanda que superaba las vacantes existentes.  Así que había que dar examen de ingreso. Era un reto difícil pues entraban solo los aprobados, los aplazados tenían que irse a otro colegio.  

Pues, pá Kucho una vez ingresado a la Gran Unidad Escolar Santa Isabel siguió practicando  su deporte favorito: el fútbol. Se hizo tan conocido que, el entrenador del equipo San Antonio que ya había oído hablar de él, fue a verlo. Quedó enamorado de su juego, lo valiente que era para defender su arco así que lo convocó como arquero de su equipo ( claro que con el permiso de sus papis porque era un chiquillo de apenas catorce años) ¿Te Imaginas verlo tapando el arco como un soldado valiente  que defiende su muralla para no dejar pasar al enemigo? Así me lo imagino yo también porque era todo un arquerazo. Remontaba en el aire como si volara. Te adelanto que tu papi Betito en la edad del abuelito, fue reconocido también como excelente y combativo arquero. Pero … esa es otra historia que un día te contaré.

 No olvides que al abuelito Lucho también le gustaba la pesca. A los trece o catorce años, con permiso de tu bisabuela Justita, los fines de semana se iba de pesca con amigos del colegio llevando cordeles, anzuelos y atarrayas  en busca de los mejores lugares del río Mantaro o Shulcas para pescar truchas. Te diré mi angelito, que era una aventura sacrificada, pues les costaba días de frío, hambre y una inmensa paciencia. Ellos acostumbraban llevar galletas, atún y gaseosas como merienda pero, ocurría que siguiendo las curvas del río, a veces – sin querer – se internaban en algunos caseríos donde solo veían chocitas de humildes campesinos. En cierta ocasión tuvieron que pedir alojamiento y comida en una de ellas porque les cogió un chaparrón tan feo que en segundos quedaron mojaditos hasta los huesos y lo peor es que perdieron el carro que los llevaba de regreso. ¿Qué otra cosa podían hacer? ¿Te imaginas?

Mientras tanto en Huancayo,   sus familias estaban con los pelos en punta pensando que les había pasado algo terrible.  Fue uno de los peores días que tuvieron pues de regreso les cayó a los aventureros tremenda reprimenda y la sanción correspondiente que les sirvió de buena lección.

Lucho y su hobby, la pesca.

Cuando estaba a punto de terminar la secundaria, papá Kucho ya tenía idea sobre qué quería estudiar y en dónde. Este detalle “movió” a la familia pues decidieron trasladarse todos a Lima ya que los hermanos menores crecieron e igual, ya tomaban decisiones  como tu abuelito.

Según cuenta Armandito (su mejor amigo y compañero de la UNI) Se preparó en El  Instituto Matemático (con exprofesores de la ACUNI ) . Como era un excelente alumno le premiaron con beca completa. Estaba feliz bailando en un pie de puro contento. Y quién, no. ¿Verdad?

Gerardo, Armando y Lucho

Ingresó a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) a la carrera de Ingeniería Mecánica que en esos años, – según dicen – solo ingresaban los “geniecitos”,  o sea los mejores estudiantes. Y vaya que abuelito si lo era, pues a los dos años de ingresar en la UNI, trabajó algunas horas dictando clases en la Academia para ayudar en la economía del hogar familiar lo que era muy difícil en esos tiempos, trabajar y estudiar, pues los estudios eran como en el cole, a tiempo completo, tarde y mañana y sin tiempo para otros menesteres. Pero para el abuelito nunca hubo retos imposibles que no pudiera vencer porque siempre tuvo el coraje de superar las dificultades por arriesgadas que fueran y salía airoso. Hay tantas cosas que podría que contar sobre él … . Solo rescato una que le ocurrió como estudiante universitario:  Él acostumbraba participar en las pichangas de futbol con sus compañeros en las horas libres. En una de esas jugadas, protegiendo su arco, le dieron de alma más que a la pelota, al jugador, pues le rompieron la pierna ( tuvo fractura de tibia y peroné) y ya el pobre no pudo pararse. Estuvo internado en la clínica en emergencia por

Una pichanga en la UNI

 tres semanas; luego estuvo enyesado por no sé cuántos meses en su casa. Te darás cuenta mi angelito, que solo pudo dedicarse a dos o tres cursos pues perdió muchas clases en la universidad. Para no desaprobar el año académico más por cuestión de salud, tuvo que dejar cursos pendientes  para el siguiente ciclo. Cubrió en el segundo semestre los cursos que debía sumado a los que tenía que llevar obligatoriamente en este ciclo. El desafío era muy grande por supuesto. Le costó como dicen “sangre, sudor y lágrimas”. Tuvo que sacar tiempo de donde no había, es decir, pasó malas noches, sacrificó fines de semana, no pudo trabajar ese semestre. Fue temerario sin duda pero tuvo su triunfo, pues aprobó todos los cursos. Nos decía,  “Nada es fácil, todo esfuerzo tiene buenos resultados” ¿Qué te parece? Uff!! Encima de este problema, la promoción de tu abuelito se vio “castigada” por el receso que decretó el gobierno militar de Juan Velazco Alvarado quien enfiló su “puntería” contra la UNI como “castigo” porque el movimiento estudiantil de esta institución era la más encendida de todas, la más fuerte.

Lucho, una amigo y Armando en la UNI.

Felizmente, aún con todos estos problemas, logró graduarse de Ingeniero en la rama de Ingeniería Mecánica y Eléctrica. Y con ello, como entenderás mi chiquitín, viene la tercera y última parte de la historia de tu abuelito. Tampoco quiero hacerla muy laaarga, porque no quiero que te duermas y con que sepas lo más importante, me parece suficiente. Hasta pronto mi amor.

UNA CARTA PARA ORLY (I)

Para ti, mi pequeño Orly, que no conociste a Papá Kucho. Ambos te esperábamos con mucha ilusión, pero él tuvo que viajar derechito al cielo en su Volkswagen azul.

Hace mucho tiempo, en un pueblito llamado Concepción – que tu papi te muestre dónde queda- Una tarde del 3 de junio de 1943 llegó al oído de los vecinos y de la familia, el llanto de un bebé que reclamaba lo justo para vivir: alimentación y abrigo, porque los bebitos te cuento, nacen calatitos. Hacía frío y el cielo estaba nublado, pero mamá Justa ni cuenta se daba porque estaba tan feliz que abrazó al recién nacido para darle su calor, sus ojos chinitos bailaban de alegría. Le puso por nombre Luis, todos le decían Lucho, pero nosotros lo llamamos papá Kucho.

Tu tíos abuelos, Gerardo y Lita, cuentan que desde chiquitín mostraba cualidades difíciles de encontrar hoy. Aprendía fácilmente las cosas sin que se las repitieran dos veces. Tía Lita recuerda que una vez con tía Betty tenían que aprender a tejer para un trabajo del colegio. Lo veían difícil y se desanimaron de hacerlo, entonces tu abuelito Lucho —¿puedes creerlo?— aprendió a tejer solo para enseñarles. No quería que salieran aplazadas y quería apoyarlas. Le gustaba ayudar a todos los que podía, feliz sin esperar nada pues era generoso. Aunque te diré hijo, que… eso de tejer se le olvidó con el tiempo.

Papá Kucho no era un santito. No. Uff! , tenía una rica imaginación, sus ocurrencias y hacía diabluras. ¡Imagínate! Un día después de ir al circo con su familia regresó contento con el deseo de ser un trapecista como lo había visto en el circo. ¿Qué hizo? Lo primero fue amarrar una soga entre dos árboles en la chacra y practicaba todos los días para que nada le saliera mal. Cuando creyó que ya estaba listo para presentarse, se vistió con su mejor ropa, saludó al público, trepó con agilidad hacia la cuerda preparado para los malabares y el salto mortal, ante un público curioso (sus hermanos menores) listo para aplaudirlo… y cataplún, cayó de cabeza al piso y se desmayó. Los niños asustados corrieron a pedir auxilio a una prima cercana. Tenían pena por su hermano, sin saber qué hacer y también miedo al enojo de má Justa pues no aceptaba travesuras y menos, peligrosas. Cuando llegaron donde Lucho desmayado, él se recuperó de la caída al poco rato. Tus tíos pudieron respirar más tranquilos del tremendo susto. Pero la aventura tuvo una consecuencia: rompió el pantalón nuevo de calle. Antes de que má Justa le pille, escondió el pantalón roto a toda velocidad como si fuera un mago. Pues, mira tú, zurcir el rasgado del pantalón a escondidas le costó mucho tiempo y paciencia. Nos contaba muy orgulloso cuando ya era adulto que tu bisabuela nunca lo descubrió. Pues –según él – era una obra de arte, él que en su vida había cosido nada resulta que se lució.

Papá Kucho (parte superior), con tus tíos Betty, Lita, Gerardo y la más pequeña, Elvira (sobrina)

Su familia era de condición modesta y no podían comprarle los últimos juguetes nuevos que llegaban al pueblo pero él no los extrañaba. Era inteligente y creativo para inventarse los suyos. Tenía paciencia y buen gusto porque quería que le salieran bonitos. Te doy algunos ejemplos: tallaba sus fichas de ajedrez con carretes de hilo, porque estos antes eran de madera; construía sus camiones de carga con caseta, tolva y todo, luego delineaba la carretera por donde iban a circular, con cerros, ríos, puentes y hasta con ¡derrumbes!

Tío Chico, recuerda que a sus seis o siete años el abuelito Lucho armó un bazar en la chacra, consiguió retazos de telas de un tío que era sastre, preparó su escaparate con arbustos, flores, árboles, luego los expuso para la venta con un aviso simpático “Se vende telas a buen precio y se pinta el sol”. Uhm… tenía mucha imaginación, ¿no crees?

Desde chico tenía sus aficiones, le gustaba el ajedrez, la pesca y varios deportes. Adoptó algunos animales como perro, gato, araña, caracol, pollitos y palomas entre otras cosas. Es que papá Kucho tenía un corazón tan grande y generoso para quererlos y cuidarlos. Ah, pero por encima de casi todo, estaba el fútbol. Por eso, cuando iba al estadio a ver un partido llevaba a su hermanito Chico porque no creía justo que se perdiera los encuentros importantes. Entonces, pedía por favor a un adulto que lo hiciera pasar como su hijo pequeño; al poco rato, los veías juntos disfrutando felices el partido.

Papá Kucho ( el más grandecito,), tíos Lita y Chico, con uniforme comando.

comandCierto que abuelito se divertía como tú, pero no descuidaba el estudio. No era “chancón” (que papi te explique lo que significa), podía llevar libros medio deshojados, cuadernos no tan primorosos pero así y todo él ganaba los concursos de matemáticas y casi siempre recibía la mayor cantidad de diplomas. Fíjate que tía Lita emocionada nos contó que en la clausura toda orgullosa miraba como su hermano obtenía los premios. ¡En una oportunidad sacó catorce diplomas! A tía Lita, ya le dolían sus manitas de tanto aplaudir a su hermano. Para no creerlo, ¿verdad?

Bueno mi precioso Orly, aquí nos quedamos para contarte otro día más sobre el papá Kucho. Así, vamos avanzando poco a poco. Hasta la próxima, mi amor.

UN CANTO A LA AMISTAD

“Las amigas como tú son las que hacen que la Amistad tenga un significado especial”.

La vida es un acontecimiento que tenemos el privilegio de disfrutar. Desde luego que hay diferentes perspectivas para apreciarla y disfrutarla. Pero quien la estime de manera sencilla, probablemente tendrá una dicha mayor y nadie podrá robarle la alegría de vivir.

Cuando la pandemia afectó por largo tiempo tuvo efectos nocivos en la salud de muchas personas. Más gravitante fue en personas que no salían por un cuidado extremo o porque vivían en soledad (por diversas razones). Produjo, como es de conocimiento general, estrés, aislamiento, ansiedad, desarrollo de algunas enfermedades, etc.

Felizmente, transcurrido el tiempo, aplicadas las vacunas correspondientes, las personas empezaron a “sacudirse” del marasmo en que se habían sumido. Recobraron parte de su energía y con ello las ganas de vivir. Trataron de reacomodarse a la nueva situación. Algunos salían al principio con cierto temor a respirar algo de aire puro en los parques, a encontrarse con los familiares más cercanos; otros, con más confianza, empezaron a viajar dentro y fuera del país.

Tal fue mi caso. Me llegó una invitación tentadora cuando yo “despertaba” de un letargo de dolencias; por otra parte, era la última fecha para validar mi pasaje (ida y vuelta) comprado hacía año y medio atrás (2020) para asistir a la boda de Liz, hija menor de mi amiga Yola, pero no lo realizamos debido a la pandemia. Felizmente, Yola pudo visitar a su engreída al año siguiente.

Cuando al año siguiente, mi amiga me renueva la invitación me encontraba indecisa, un poco por razones de salud y otro tanto por cobardía —lo confieso pues nunca antes había viajado sola, siempre lo había hecho acompañada de mi esposo—. Así que, cuando Yola me volvió a hacer la invitación, sentí el hecho de aceptar como un reto difícil. Incluso estando ya en el aeropuerto acompañada de mi hijo Pepe quien me embarcaba asegurándose que todo estuviera bien (tenía las maletas, el pasaje, todo listo…), seguía indecisa. Fue un detalle anecdótico, simple, el que me hizo recapacitar. Desde el ventanal de la cafetería donde nos encontrábamos con mi hijo, atisbé a lo lejos con curiosidad la partida de personas con sus mascotas y estos animalitos iban felices sin saber qué les deparaba en el otro destino. Esta coyuntura me hizo reflexionar: la vida me ofrecía: un “regalo” con el que era premiada (una venturosa invitación, la oportunidad de conocer otro país, una excelente amiga que me esperaba al otro lado del mundo con su linda familia). No saber aquilatar esta circunstancia y la atractiva oferta… era realmente imperdonable. Así que torné a mi realidad de un “sacudón”, deseché el miedo, emití una sonrisa amplia a la vida y, agradecida con Dios por la circunstancia, me decidí.

Cuando llegué a Miami, mi amiga Yola, o Yolita como la llamo con cariño, acompañada de su guapa hija y yerno, me esperaban en el aeropuerto con un obsequio de bienvenida. Fue grato verlos y un alivio ver personas conocidas y que quiero, en un país extraño para mí. Son una familia amorosa pues esa misma tarde de mi llegada —como un gesto simpático— hicimos un recorrido para avistar el Océano Atlántico y los inmensos cruceros que estaban aparcados e inmovilizados en el muelle por la pandemia. Eran impresionantes, descomunales, hermosos. Antes los había visto solo en el cine.

Los días transcurridos fueron placenteros, de pleno descanso (al menos, para mi amiga y yo) entretenido y exploratorio. El tiempo transcurrió entre paseos a lugares turísticos que su linda hija Liz nos llevaba en sus días libres, pues trabaja duro en un hotel de cinco estrellas donde ocupa un alto cargo con suma responsabilidad, óptimo desempeño, excelente manejo administrativo y carisma no obstante ser bastante joven.

Cuando no era así, íbamos con Yola a visitar lugares cercanos como aventureras aunque Liz toda amorosa y prevenida nos instaló en el celular GPS, (para orientarnos), Beat (para movilizarnos en taxi) y ambas contábamos con una tarjeta de crédito. Estábamos preparadas para cualquier eventualidad.

Otras veces nos íbamos de compras o a curiosear novedades por las tiendas cercanas a la casa. Generalmente estábamos en movimiento para quemar energías; la caminata era nuestro deporte favorito así como el baile. Cuando nuestras salidas eran “largas” y se nos hacía tarde para cocinar nos íbamos a un chifa buffet cercano a la casa al que le cogimos gusto, además ya casi éramos caseritas. En otras circunstancias, cocinábamos en casa experimentando novedades, mismas chefs, o aprendiendo una de la otra las variantes en la preparación de tal o cual plato. Ambas amamos la música, de modo que la escuchábamos, y a través de ella, recordábamos aquellos ausentes que dejaron huella y nos poníamos sentimentales, recordándolos. Pero, reaccionando para evitar la nostalgia, algunas mañanas o tardes, retozábamos con alegría al compás del grupo musical “Agua Marina” del cual desde entonces –gracias a Yola- me volví hincha. Continuamente recorríamos el condominio (lugar tranquilo, con amplias áreas verdes, lagunas, piscina). Allí te podías topar con iguanas de todo tamaño y color, lagartijas (a una que nos visitó por largo tiempo en casa la llamamos “Camila”), garzas blancas hermosas y dos variedades de patos. La que más hacía sufrir a mi amiga, era la común (negra con pico rojo) pues varias de ellas como madres, fracasaban: se morían o se accidentaban sus tiernos retoños en sus paseos habituales, sin que nadie pudiera brindarles ayuda.

La señora pata con sus crías

Una tarde nos conmovimos por un pequeñín que buscaba desesperado a su madre, seguía a otras patas y éstas le pegaban. El pobre, no sabía a dónde ir. Lo levantamos conmovidas y lo adoptamos por una noche. Alberto, esposo de Liz, todo amoroso le preparó una caja donde dormir, un suave y mullido nido, comida, agua y un foco permanente para que lo mantuviera abrigado. “Moisés” durmió feliz esa noche. Lo bautizamos así porque fue salvado de las aguas del infortunio. Al día siguiente fuimos a ubicar a su madre lo acercamos junto al que creíamos su hermanito (estaba prohibido “adoptar” en el condominio) y lo dejamos algo más tranquilas…. Cuando a los días fuimos a chequear cómo le iba. No estaban ni él ni su hermanito y la pata seguía empollando a otros que faltaba nacer. No los volvimos a ver. Fue una pérdida lamentable. Todos quedamos desconsolados. Yola lloró.

A diferencia el primer grupo donde el macho solo se aparea y deja a la madre sola el cuidado de los retoños descubrimos otro tipo de patos, de hermoso plumaje y monógamos. En este caso, la pareja protege al retoño y procrea solo dos crías, a diferencia de los otros. Con ellos no había problema pues eran buenos padres.

Cellebrando el cumpleañoss de Albert.

En ese ir y venir, fueron corriendo los días hasta que llegó el momento de mi regreso. Fueron días inolvidables pues quedaron guardados en mi corazón.

Amo la vida sencilla y más aún convivir con personas a quienes quiero y admiro por todo lo que son y siempre me brindaron ayuda, orientación (como Liz que prácticamente me hizo el trámite para obtener la visa a EEUU, el cambio de fecha en mi pasaje para mi viaje con asistencia y todo), con generosidad y desprendimiento Aprecio mucho todos los gestos que tuvieron para conmigo.

Lo paradójico fue que dos días antes de mi viaje se me ocurre recién revisar los requisitos para la partida y descubro que tenía que tener la prueba molecular o PCR . Con Yolita, mi apoyo constante, tuvimos que buscar por internet dónde. Ambas “chamuscábamos” el inglés pero nos defendíamos bien y salíamos de apuros. Incluso ya en el aeropuerto no aceptaron la copia del documento que necesitaba presentar (estaba incompleto en el whatsap de mi celular) y no me dejaban registrar mi equipaje para partir. Con mi amiga nos preguntábamos preocupadas, ¿y …ahora? Esta vez me auxilió Albert, el esposo de Liz, que tuvo la amabilidad de llevarme al aeropuerto. Linda familia sin duda. Nos dimos un fuerte abrazo y partí.

La despedida con una sabrosa comida peruana

No puedo cerrar el texto sin rescatar una vez más, el valor de la amistad. Una buena amistad es una joya inapreciable difícil de encontrar, comparte los gratos momentos; te apoya en los malos, te acompaña en la soledad hasta resana heridas que benefician tu salud emocional y física. Brindan un amor incondicional. Suman nuestra felicidad y reducen el estrés. Con franqueza te hacen reconocer tus defectos para tratar de enmendarlos.

Bien dice Yolita, las buenas amigas son las hermanas que tú escoges. Me siento agradecida a Dios porque tengo el privilegio de contar con muy buenas amigas, desde compañeras del cole, universidad, trabajo, talleres compartidos e incluso mis lindas ex alumnas que hoy son mis grandes amigas.

Querida Yolita y Liz, me han enseñado que en la vida siempre es importante sonreír para ser feliz: Gracias por compartir conmigo su tiempo y amistad. Es mi mayor tesoro pues no olvido todas las aventuras que vivimos juntas.

Mi cariño no tiene fondo. Gracias.

FOTOS Y RECUERDOS

Hay recuerdos que nunca se borran; y personas que nunca se olvidan”.

Hoy, revisando mis archivos en la computadora y ordenando una vez más las fotos —mi pasatiempo favorito—, clasificándolas por años, momentos compartidos con mis hijos de pequeños, de jóvenes y ya adultos; otros, con la familia, los amigos, encontré una colección de fotos desde cuando todos los abuelos de entonces (primera generación en nuestro árbol genealógico tanto paterno y materno) estaban vivos, fortachones y con la quimera de una tercera juventud en ciernes.

No olvido que teníamos una vieja costumbre (para mí, emotiva y atractiva), como las reuniones realizadas en casa de má Justita, (mi suegra). O los paseos disfrutados en familia con participación activa ya de la 2da generación, los hermanos y cuñados con hijos todavía pequeños (los primos hermanos, que serían la 3era generación). La ausencia de má nos dejó un hondo vacío difícil de llenar. Sin embargo no faltó un corazón bondadoso como el de mi siempre admirada y querida cuñada Lita, quien asumió el rol y tomó la posta dejada por má. La primera convocatoria fue de consulta y consenso para continuar con las reuniones familiares que tuvo aprobación unánime. Una etapa inolvidable… Así estábamos continuando hasta que cayó Lucho enfermo y falleció. Fue otro tiempo de dolor y silencio. Pocos meses después, nos dejó Beto allí en Huancayo.

Con el tiempo, mientras seguíamos “curando” el dolor de la pérdida, hubo un esfuerzo supremo de retomar la costumbre más pensando en no perder la unión familiar e ir resanando las heridas en conjunto. Este nuevo intento fue fallido pues nos cayó la pandemia que obligó una vez más a revertirnos en el silencio y en la intimidad familiar, en espera de que pronto cambiaran las cosas. Esperanza inútil porque aún a dos años transcurridos… sigue vigente mutando cada vez más en nuevas “olas”.

Al contemplar la imagen de las diferentes fotografías  —asumo que a todos nos sucede—, los recuerdos vívidamente afloran en la memoria y uno, sin querer queriendo, como diría El Chavo, siente nostalgia del pasado y rescata remembranzas algo olvidadas. ¿Les ha sucedido?

Ocurre que un retrato contemplado da lugar  —sin parecerlo— a un proceso intelectual: pensar, rememorar, reflexionar sobre el entorno y los acontecimientos ocurridos e incluso comparar con otras situaciones. Una vez más, retornan las conexiones emotivas, bien de alegría, esperanza, pesadumbre, melancolía entre otras, contemplamos imágenes que por el tiempo transcurrido “ya dejó de ser”

No obstante, muchas de ellas dejan mensajes colectivos como las fotos del álbum familiar, amical, fotos documentales etc. cuyo aporte llegado el caso, puede ser social e histórico.

Lo cierto es que hoy en día, con la modernidad, hasta la forma de tomar fotos ha variado totalmente. Inicialmente era con fotógrafos profesionales contratados, cuyo desarrollo demoraba más; las fotos eran más formales, había que arreglarse con seriedad y posar circunspectos. Se acostumbraba guardar las fotos en álbumes. Hoy en día, se facilitan mucho las cosas. Puedes tomar instantáneas, sin previa pose o formalidad, más naturales  —desde luego— y espontáneas. Incluso, tus archivos se cargan con tantas fotos en el celular que las cámaras (muy buenas por cierto) ya están quedando para el recuerdo como los hermosos discos de vinilo de antaño. No necesitas posar y vestirte solemnemente para las circunstancias porque, desde luego, perderías toda naturalidad. Como quiera que sea, las fotos van recogiendo diversos momentos de nuestra vida y van conformando un álbum en el archivo de nuestra memoria, otros más extrovertidos les gusta publicarlo en el Facebook, en el Instagram, en fin. Redes para todos los gustos e inquietudes.

Sigamos captando tomas fotográficas que en el tiempo sabemos que cuando las veamos, suspiraremos con nostalgia, alegría o a carcajada limpia recordando los momentos anecdóticos que nos perenniza y quedarán estampadas en nuestra memoria por siempre.

A propósito, ¿qué fotos te impactaron en el mundo de tus recuerdos? ¿Nos lo compartes?

Carta a mi hija, madre primeriza

Recuerda: «Serás madre toda tu vida; él solo será niño una vez.»

Hija mía:

Mi pecho bulle con una carga de emociones maravillosas. Tu padre y yo esperábamos, callados … pero con esperanza. Y  se hizo realidad este sueño. ¡Vas a ser mamá!  Es la noticia más grata que recibo este año, después de una larga temporada  de preocupaciones, tristeza y dolor. Dios es generoso con nosotros porque sé que tu papi desde donde se encuentre estará feliz, bailando en un pie también allá en el cielo.

Mi pequeña, entiendo por lo que estás pasando. Hoy tengo la necesidad de escribirte una carta porque me hubiera gustado que alguien me la escribiera a mí.  Ser mamá y más aún, primeriza, no es una tarea fácil. Da algo de temor, ciertas dudas, se siente que el tiempo corre y nos sobrecoge para todo que lo esperábamos hacer. Todo lo que deviene es natural que ocurra porque obviamente es una faceta nueva, una experiencia totalmente desconocida para ti y tu esposo. Con la llegada del retoño ya no son solo una pareja, ahora conforman “una familia”  ¿Te das cuenta?

¿Acaso todo lo que hicimos por primera vez no daba algo de temor e inseguridad? Indudablemente.  Las primeras experiencias siempre son difíciles, en especial cuando llega la faceta dos, después de los cuarenta días más o menos, que es la etapa “más dura” para los padres novatos, menos horas de sueño, sentir que el cansancio los agobia, los nervios se alteran algo, en fin… pero uno va aprendiendo en el camino y con el tiempo, uno va mejorando. ¿No te parece que la experiencia da el conocimiento?

Así que mi querida chiquitina, es normal lo que estás viviendo, porque todas las mamás hemos pasado por lo mismo. ¡Uf! Te van a llenar de consejos, pedidos o no, y habrán familiares que te dirán se parece a tu abuelo, se parece a mí, tiene mi nariz; se parece a mi hijo, es su clon, etc. etc  Llénate de paciencia. Sé tolerante. No te enojes. Disfruta el momento de cada etapa de tu nene. Recuerda “Tú serás madre toda tu vida, él será niño solo una vez”.

Hija, lo rescatable de todo esto es que vas a ir adquiriendo experiencia poco a poco, a partir de las fallas y los aciertos porque es normal  cometer errores. Llegará un momento en que te sentirás cómoda contigo y tu bebé. Vas a cambiar pañales, amamantar, alimentar, consolar, entretener, todo a la perfección. Te convertirás en una experta mami porque sé que lo harás con amor, que es el lazo más importante que los unirá a los tres.

Tal vez algunas pequeñas ideas más que recomendaciones, los aprendí en carne propia. No tuve la suerte de contar con mi madre pues la perdí a los doce años. Por ejemplo, cuidarse los senos a partir del cuarto o quinto mes de embarazo, masajeando todas las noches los pezones con una crema suave, para que estén preparadas para amamantar al recién nacido; para que éstas no se irriten se agrieten y te hagas heridas al hacerlo. Yo no sabía. Tampoco fui a las charlas necesarias del seguro pues mi trabajo era absorbente, así que te puedes imaginar cómo sufría cuando daba de lactar, me dolía horrores. Y si no das leche, se pone tumefacto el seno, duele y se infecta. Además, como los conozco a ambos, sé que van a leer y documentarse bien (la lectura ayuda a que el reto sea un poco más  sencillo). Sabrás que la leche materna es oro líquido pues es alimento y anticuerpo poblando los intestinos de tu bebé. Parece pues, que estamos destinadas a amamantar, aunque cada bebé y cada pecho, es diferente. Confía en tu cuerpo, confía en tu corazón, confía en tu bebé.

En cuanto a los cambios de humor son normales en el embarazo. Puedes estar tan sensible que todo te conmueve. Piensa, chiquita mía, que tu cuerpo está teniendo muchos cambios y las hormonas también. Trata de dormir cuando el bebé lo haga. Así podrás recargar energías también para atenderlo. No te atormentes por tu peso. Al principio será complicado bajar esos kilitos de más. Comienza comiendo saludable y a caminar en las mañanas.

Ahora, pedir apoyo, ayuda, no es malo. Durante los momentos de preocupación, de duda, necesitas apoyo. Encuentra gente con la que puedas reír y llorar. Apóyate en tu esposo,  una amiga de confianza, alguien con experiencia o yo, que me ofrezco de todo corazón. Estaremos contigo, no te sientas sola. Es maravilloso tener mujeres a tu alrededor que te entiendan, te quieran y te puedan sostener. Entiendo que pueda que una de tus hermanas vaya; y si no pudiera, me encantaría ser yo quien pueda cuidarte. Estaremos pendientes y felices, al lado tuyo, las dos madres: la tuya, y la de tu esposo. En todo caso, nos turnaríamos por temporadas, para tampoco darles la lata. ¿No crees?

Lo importante es que lleven las cosas con tranquilidad, informándose bien al respecto, estar en contacto con tu médico y seguir sus recomendaciones. Felizmente tienes un esposo que te ama y serán ambos excelentes padres. Me parece que es importante que aprendas a meditar, te ayudará muchísimo a llevar con serenidad la situación. Y agrego algo importante, crees en Dios.  Tu suegra y yo también. Todo saldrá bien, ánimo, alegría porque si tienes fe, confía en Él. Los quiero mucho y me alegra verlos felices a dos padres adorables. Estaré al pendiente en todo momento, dispuesta a volar de inmediato para apoyarlos. Los quiero mucho no lo olviden

¿Por qué se lee cada vez menos?

“La lectura desde la niñez es otra forma de llamar a la libertad.”

Si no se ha cultivado desde pequeñitos el amor por la lectura, es más difícil formarlo cuando  están más grandes. Intenté incentivarlo en mis alumnos de secundaria, la verdad fue una misión complicada y con pocos resultados. Obviamente en algo fallé. Lo reconozco. Eso no quita que he tenido alumnas muy buenas (mejores resultados obtuve en el colegio privado) que comenzaron a amar la lectura y sé que lo cultivan hasta hoy, lo que de alguna manera me consuela. Es más exitoso el resultado cuando se  involucran en la tarea, padres de familia, maestros y alumnos. Pero si solo “batalla” el maestro…  

Cuando al principio dejaba asignaciones los alumnos (as) hacían “trampas” pues sé que lo hacían con ayuda de familiares quienes se encargaban de leer  la obra.

Formé “Círculos literarios” para que no gastaran en libros sino que intercambiaran el que tenían con los diferentes grupos, de modo que llegaran a la ambiciosa idea de leer siquiera diez al año. Fue ilusorio. Pocos lo cumplieron. No obstante, conozco gente de grande cogió el gusto por la lectura, pero muy pocos.

Incluso encontré una página en internet (“La página del vago”) donde les daban casi el trabajo hecho; hasta libros de resúmenes con el argumento, los personajes, etc. Facilísimo para los alumnos y para profesores desprevenidos. Cambié de estrategia en el sistema de evaluación. La monografía era una referencia secundaria, las preguntas eran sobre la trama en sí y las reflexiones que se podían inferir de ella. La gran mayoría “caía” porque claro, solo habían leído el resumen.

Cierto que se recomienda cultivar el amor por la lectura en los jóvenes por placer más que por deber. Uhm… Intenté probarlo. Recuerdo que les dije (en años posteriores) “Uds elijan qué libro les interesa. Y trabajemos con ello.” Eligieron varios títulos (¿Cómo tomaron esa decisión? Incógnita), compré los que no tenía. Leí los que no lo había hecho. Al final. La mayoría ni siquiera abrió el libro. Otros se quedaron en el inicio. Otro plan fracasado. 

Amo el teatro y también traté de fomentarles el gusto por él. He llevado al teatro tanto a los alumnos de colegio estatal como los del privado. Teníamos algunas dificultades desde luego, pero lo hacíamos. Como colofón de la lectura, los alumnos aplicaban algo de teatro: elegían fragmentos de la obra que les había  atraído más, redactaban el guion o libreto luego lo dramatizaban. Ensayaban en grupos (mientras observábamos, corregíamos el desplazamiento escénico, lo correspondiente a la locución verbal, gestual, etc.) Se las ingeniaban para el vestuario, maquillaje; el fondo escénico, entre otras cosas. Reconozco que era más dinámico, participativo (todos salían, aunque fuera en pequeños papeles). Razón por la cual le ponían más entusiasmo que a la lectura en sí.

Dice el profesor Julio Talledo de la Universidad de Piura, “La lectura es una opción de ocio, durante mucho tiempo, casi la única que se ha tenido.”

Por lo tanto, comencemos por lo que más les gusta a los niños, revistas, diarios, historietas, etc. y gradualmente, poco a poco, se les va ampliando el panorama. Lo importante es incentivar el interés por la lectura.

Hoy en día, la mayoría (con excepciones desde luego) es reacia a leer porque se opta por lo más fácil, ver la película (basada en la obra, pero desde luego ésta es un adaptación al criterio del director que dirige la película.) Lo que tampoco ayuda es que hay más distractores que antes. Una de las primeras razones por las cuales las personas no leen es por la falta de hábito, por la cantidad de tecnología que va apareciendo día a día. La televisión, las películas, el internet, las redes sociales que los entretiene demasiado (Instagram, Facebook, WhatsApp, entre otros), los juegos virtuales tanto para niños como para adultos, en fin. Se suma a ello el ritmo de vida agitado de muchas personas que les impide tomar las cosas con calma y darse tiempo para leer.

La variedad de la tentación y la comodidad de no pensar porque todo se los entregan “digerido” está más cerca y casi a la mano. Coger un libro, y hasta lecturas breves les “aburre” porque implica pensar, procesar un texto, recrearlo, disfrutarlo, relacionarlo con saberes anteriores imaginar demasiado y eso a veces, “agobia”. Porque es así como se convierte la información en conocimiento. Así estamos.

A los que leen pero no lo hacen los llaman “analfabetos funcionales”. Todo profesional hoy en día tiene la obligación de leer, estar al día en los avances de su especialidad, eso es una obligación mínima; pero no basta. Debe abarcar otras lecturas que enriquezcan su espíritu, amplíen su conocimiento en todo sentido y le permita tener “otra mirada” de las situaciones sociales, políticas y hasta humanas. No ser facilista y repetir lo que se escuchó en los noticieros de los diarios, la tele o la radio;  o lo que dicen otros sin otro argumento que creen tener la razón. Por eso tenemos a nuestro políticos cada vez más perdidos en sus propios discursos (con muy raras excepciones hoy en día), desmemoriados e ignorantes algunos. Una terrible tragedia que nos abruma como país.

Tratemos de “sacudirnos” y comenzar a leer algo, que sea atractivo, no muy extenso y sigamos con el entusiasmo. Que no se nos apague la chispa de la inquietud.