CARTA PARA ORLY (II) RECORDANDO A PÁ KUCHO.

“Te llevaré conmigo hasta que volvamos a encontrarnos”

 Hola mi pequeño bebé, cuentas todavía con dos añitos pero tu papi que es tan amoroso te irá leyendo más adelante y te explicará aquello que no entiendas. Pero te digo que es mejor que te cuente ahora que  todavía tengo frescos los recuerdos. Si? 

¿Te acuerdas que nos quedamos cuando tu abuelito Lucho estaba en la primaria? Bien mi chiquitín, así como tú  creces rápido y eres cada día más listo,  igual pasó con tu abue. ¿Te das cuenta? Creció y con el tiempo  le tocó estudiar en el colegio, la secundaria y cuando ya estaba más grande, ingresó a la universidad.

Te cuento que el abuelo hizo la secundaria en la Gran Unidad Escolar Santa Isabel de Huancayo. En ese tiempo  mi querido Orly el ingreso a un buen colegio era “peleado”. Quiere decir que mucha gente se inscribía para conseguir una matrícula y era tanta demanda que superaba las vacantes existentes.  Así que había que dar examen de ingreso. Era un reto difícil pues entraban solo los aprobados, los aplazados tenían que irse a otro colegio.  

Pues, pá Kucho una vez ingresado a la Gran Unidad Escolar Santa Isabel siguió practicando  su deporte favorito: el fútbol. Se hizo tan conocido que, el entrenador del equipo San Antonio que ya había oído hablar de él, fue a verlo. Quedó enamorado de su juego, lo valiente que era para defender su arco así que lo convocó como arquero de su equipo ( claro que con el permiso de sus papis porque era un chiquillo de apenas catorce años) ¿Te Imaginas verlo tapando el arco como un soldado valiente  que defiende su muralla para no dejar pasar al enemigo? Así me lo imagino yo también porque era todo un arquerazo. Remontaba en el aire como si volara. Te adelanto que tu papi Betito en la edad del abuelito, fue reconocido también como excelente y combativo arquero. Pero … esa es otra historia que un día te contaré.

 No olvides que al abuelito Lucho también le gustaba la pesca. A los trece o catorce años, con permiso de tu bisabuela Justita, los fines de semana se iba de pesca con amigos del colegio llevando cordeles, anzuelos y atarrayas  en busca de los mejores lugares del río Mantaro o Shulcas para pescar truchas. Te diré mi angelito, que era una aventura sacrificada, pues les costaba días de frío, hambre y una inmensa paciencia. Ellos acostumbraban llevar galletas, atún y gaseosas como merienda pero, ocurría que siguiendo las curvas del río, a veces – sin querer – se internaban en algunos caseríos donde solo veían chocitas de humildes campesinos. En cierta ocasión tuvieron que pedir alojamiento y comida en una de ellas porque les cogió un chaparrón tan feo que en segundos quedaron mojaditos hasta los huesos y lo peor es que perdieron el carro que los llevaba de regreso. ¿Qué otra cosa podían hacer? ¿Te imaginas?

Mientras tanto en Huancayo,   sus familias estaban con los pelos en punta pensando que les había pasado algo terrible.  Fue uno de los peores días que tuvieron pues de regreso les cayó a los aventureros tremenda reprimenda y la sanción correspondiente que les sirvió de buena lección.

Lucho y su hobby, la pesca.

Cuando estaba a punto de terminar la secundaria, papá Kucho ya tenía idea sobre qué quería estudiar y en dónde. Este detalle “movió” a la familia pues decidieron trasladarse todos a Lima ya que los hermanos menores crecieron e igual, ya tomaban decisiones  como tu abuelito.

Según cuenta Armandito (su mejor amigo y compañero de la UNI) Se preparó en El  Instituto Matemático (con exprofesores de la ACUNI ) . Como era un excelente alumno le premiaron con beca completa. Estaba feliz bailando en un pie de puro contento. Y quién, no. ¿Verdad?

Gerardo, Armando y Lucho

Ingresó a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) a la carrera de Ingeniería Mecánica que en esos años, – según dicen – solo ingresaban los “geniecitos”,  o sea los mejores estudiantes. Y vaya que abuelito si lo era, pues a los dos años de ingresar en la UNI, trabajó algunas horas dictando clases en la Academia para ayudar en la economía del hogar familiar lo que era muy difícil en esos tiempos, trabajar y estudiar, pues los estudios eran como en el cole, a tiempo completo, tarde y mañana y sin tiempo para otros menesteres. Pero para el abuelito nunca hubo retos imposibles que no pudiera vencer porque siempre tuvo el coraje de superar las dificultades por arriesgadas que fueran y salía airoso. Hay tantas cosas que podría que contar sobre él … . Solo rescato una que le ocurrió como estudiante universitario:  Él acostumbraba participar en las pichangas de futbol con sus compañeros en las horas libres. En una de esas jugadas, protegiendo su arco, le dieron de alma más que a la pelota, al jugador, pues le rompieron la pierna ( tuvo fractura de tibia y peroné) y ya el pobre no pudo pararse. Estuvo internado en la clínica en emergencia por

Una pichanga en la UNI

 tres semanas; luego estuvo enyesado por no sé cuántos meses en su casa. Te darás cuenta mi angelito, que solo pudo dedicarse a dos o tres cursos pues perdió muchas clases en la universidad. Para no desaprobar el año académico más por cuestión de salud, tuvo que dejar cursos pendientes  para el siguiente ciclo. Cubrió en el segundo semestre los cursos que debía sumado a los que tenía que llevar obligatoriamente en este ciclo. El desafío era muy grande por supuesto. Le costó como dicen “sangre, sudor y lágrimas”. Tuvo que sacar tiempo de donde no había, es decir, pasó malas noches, sacrificó fines de semana, no pudo trabajar ese semestre. Fue temerario sin duda pero tuvo su triunfo, pues aprobó todos los cursos. Nos decía,  “Nada es fácil, todo esfuerzo tiene buenos resultados” ¿Qué te parece? Uff!! Encima de este problema, la promoción de tu abuelito se vio “castigada” por el receso que decretó el gobierno militar de Juan Velazco Alvarado quien enfiló su “puntería” contra la UNI como “castigo” porque el movimiento estudiantil de esta institución era la más encendida de todas, la más fuerte.

Lucho, una amigo y Armando en la UNI.

Felizmente, aún con todos estos problemas, logró graduarse de Ingeniero en la rama de Ingeniería Mecánica y Eléctrica. Y con ello, como entenderás mi chiquitín, viene la tercera y última parte de la historia de tu abuelito. Tampoco quiero hacerla muy laaarga, porque no quiero que te duermas y con que sepas lo más importante, me parece suficiente. Hasta pronto mi amor.

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