¿UNA CANCION… UN RECUERDO?

 

“Ser madre significa que tu corazón ya no es tuyo, sino que deambula donde quiera que estén tus hijos.”

¿Nunca te ha ocurrido que cuando escuchas una canción, te evoca algún recuerdo?

Hoy me aflora en la memoria, varias que responden a distintos momentos de mi vida. Como madre, maestra, esposa, entre otras.

Hagamos memoria. ¿Te has dado cuenta que hay canciones que nos ponen sentimentales?, Te gustan sí, pero ¿te has preguntado por qué? Ocurre que algunas veces está, efectivamente, asociada a algún recuerdo que puede ser triste o alegre. No había reparado en ello si no es por mi pequeño Macolito  que un día me dice, ¿Por qué te gusta esa canción? No sabes ni quechua pero cuando la oyes te pones sentimental, ¿no estará atada con alguna parte de tu vida?

Vaya que me dejo pensando. Cierto, me dije ¿Por qué me gusta?… hurgaba en mi memoria hasta que de pronto, ¡zas! Me vino la imagen del momento al que estaba asociada. Era cuando mis enanos estaban pequeñitos, vivíamos por esos años en Cusco. Solíamos ir en las tardes a que jugaran a una explanada inmensa, llena de verdor, cerca al aeropuerto. En ese entonces, se escuchaba por la radio portátil que llevaba el público, una canción de una cantante local, estaría de moda porque lo pasaban a cada rato. Tanto…que se me quedó en la memoria. Y si pues, estaba “atada” a la primera infancia de mis dos hijos mayores.

canciónLa otra canción que me llena de melancolía y me hace sentir el dolor de su ausencia es un huayno que le gustaba y solía cantar mi esposo  “Una paloma, sobre una rama”. Tanto así que se la grabé en varias versiones para que la escuchara en su carro cuando iba al trabajo.  Por el momento no lo escucho porque el dolor sigue fresco. Quizá más adelante.

La otra es la canción es “Chiquitita” del grupo ABBA. Esta canción la asocio a mi etapa de maestra porque tenía la costumbre ( y todavía me queda) de llamar así a mis alumnas y exalumnas.. No “Chiquititas”, precisamente, sino, “Chiquitas”.

Hoy, sumo a mi lista, la canción religiosa “Una madre no se cansa de esperar” por un incidente que me ocurrió hace poco. Era el cumpleaños de una amiga quien nos invitó a tomar desayuno a un grupo de amigas, de las cuales, unas eran de su grupo de oración. La idea era primero rezar el rosario, luego el desayuno. Una forma personal de celebrarlo, desde luego, y uno confía que quienes nos acompañan, lo entiendan.

La líder del grupo de oración muy práctica, nos organizó de cómo se llevaría a cabo la lectura de los misterios del rosario y cómo los cánticos religiosos, desde las copias que nos había entregado antes. Todos participamos con entusiasmo contagiados por el calor de la amistad y la mañana hermosa que nos regalaba el día. Y antes de que nuestra amiga, la anfitriona, leyera el quinto misterio del rosario nos indicó la líder que teníamos que entonar la canción “Una madre no se cansa de esperar”. Así lo hicimos. Cantamos a voz en cuello repitiendo los diferentes estribillos de la canción y, de pronto… nos sentimos conmovidas (os) por la  letra de la canción. Sin temor a equivocarme, creo que todas teníamos un nudo en la garganta; queríamos resistirnos a las lágrimas, pero éstas rebeldes, pugnaban por salir. ¿Qué nos había ocurrido?

Algo simple. Todas éramos madres de familia, y como tal, nos sentimos identificadas con la letra y, de alguna manera, afloró en nosotras, el recuerdo de nuestros hijos (as) cuando les tocó estar lejos por distintas razones. Nos había llegado al alma y nos sentimos turbadas por el dolor de los recuerdos. Fue un momento único.

La dueña del santo tomó la palabra pues le tocaba a ella el último misterio y soltó las lágrimas con libertad. Habló su corazón, entre lágrimas recordó a la hija que había viajado a México para estudiar. Se quedó cinco largos años. Años que para ellos fue difícil como para todo padre o madre, cuando los sabemos lejos.

Me pareció un momento mágico. Ganadas por la emoción de las letras de la canción sumada a la remembranza de nuestra querida amiga, nos involucramos todas como madres y retrocedimos en el tiempo:

Solo “ayer” – nos decíamos- los “vimos” pequeños, (as), necesitados de nosotros, estaban en nuestro regazo con sus penas y sus llantos. Y hoy que están crecidos, adultos, igual – para nosotros no cuenta la edad-, estaremos pronto a cobijarlos en nuestro pecho cuando nos necesiten…

Fue así, que el recuerdo filial, nos había encogido el corazón de nostalgia. Luego, comentábamos en el desayuno, cómo nos removió el piso el hecho de haberlos visto crecer tan rápido, el que tomaran su propio camino, su independencia, con sus avatares, pero ¡aprendiendo!. Nos dolía porque el (la) pequeño (a) que fue ya no lo sería nunca más. Incluso nos lamentábamos, de cuántas veces nos habremos perdimos momentos de “su “ vida, azuzados entonces por el trabajo, las obligaciones que lamentablemente, a veces, no se podía obviar. Es ley de vida, la cabeza lo entiende, cierto, pero el corazón no, por eso se nos hace difícil olvidarlo.

¡Qué velocidad la de los pensamientos! ¿Verdad? En ese ínterin había corrido como caballo desbocado. Nos hizo rememorar imaginariamente a todas, nuestra “historia” de vida. Cuando terminó de hablar nuestra amiga, retomó la lectura del último misterio y todas suspiramos porque era el momento de regresar al presente.

Ya en mesa, mientras compartíamos el sabroso desayuno preparado por la anfitriona, la mayoría retomó el hilo de la primera conversa que había quedado pendiente en el aire, sin concluir

Al final nos sentimos mejor, más liberadas de la primera emoción. Recapitulando, entendimos que si bien los recuerdos de su infancia nos abruman, felizmente, los hemos educado con amor para que volaran y fueran personas de bien e independientes. A Concretar lo que es su derecho, a seguir viviendo, a conquistar sus sueños porque jamás quisimos cortar sus alas. Prima la razón desde luego, pero el corazón es renuente a admitirlo.

Nos sentimos agradecidos con la vida, con Dios porque hoy los (las) vemos volar persiguiendo sus propias esperanzas y – recordamos- que en su momento estuvimos ahí para empujarles y apoyarles. Entendemos que no es el fin del mundo, solo es un cambio y todo cambio provoca ansiedad pero luego el tiempo todo lo transforma. Es necesario tener valor para dejarlos volar, aprender a abrazarlos a distancia, apoyar sus decisiones que están muy lejos de nosotros.

Fue así como terminamos, reconfortados de una reunión simpática, fructífera y relajante, gracias a nuestra amiga.

Y a ti, ¿qué canciones te traen recuerdos? ¿Me los cuentas?

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